Hace poco tuve la oportunidad de visitar Albarracín y la experiencia fue realmente inolvidable (es un lugar que no te puedes perder). Desde el momento en que llegué, el paisaje me dejó sin aliento. Encaramada en una colina y rodeada de impresionantes montañas, la ciudad parece sacada de un cuento de hadas. Las casas, de color amarillo y con azulejos, añaden una silueta que combinaba perfectamente con el entorno natural. Caminar por las estrechas calles empedradas de Albarracín es como viajar en el tiempo. Las fachadas de las casas, muchas de ellas decoradas con arcos de hierro forjado y flores, muestran cómo se mantuvo y conservó el patrimonio arquitectónico de la zona. Cada rincón de la ciudad tiene sus propios encantos y me encontré explorando las pequeñas calles y callejuelas que parecían esconder secretos de siglos pasados.

Las murallas que rodean la ciudad y la vista desde lo alto del castillo fueron uno de los puntos destacados de mi visita. Desde allí puede apreciarse el Valle del Guadalaviar y el propio Albarracín, lo que nos regala una maravillosa panorámica de su trazado y belleza.